sexta-feira, 23 de setembro de 2011

Aplicando mis estudios a un caso práctico

¿Por qué no intentar hacer un análisis de la teoría microeconómica de los agentes que viven el juego del Amor? Me di cuenta de que las personas involucradas siguen desconociendo sus actos, reglas y, sobretodo, las consecuencias asociadas a las probabilidades de sus elecciones, y por esto voy a reflexionar un rato.

Aunque sepa que esto suele resultar en grandes errores, a mí me encantaría llegar a un resultado óptimo, es decir, lograr el equilibrio paretiano en este juego desreglado. Sin embargo, necesito añadir y subrayar que no creo que sea posible llegar a grandes resultados prácticos. A lo mejor haré un esfuerzo y por fin miraré las conclusiones de este intento.

Lo que pasa es que la primera gran diferencia entre los supuestos de la teoría microeconómica y los del juego del amor es que aquí nadie es racional. En cuanto uno hace lo que le da la gana sin racionalizar mucho, el otro cambia sus planes y lucha en nombre del AMOR. No obstante, la teoría dice que los agentes son racionales y hacen las elecciones óptimas siempre.

Estoy seguro de que la más significativa distinción entre la teoría y el juego del amor trata de la información perfecta entre los agentes. ¡Ojalá fuera así! Mientras uno piensa sólo en sus propios beneficios, el otro sigue cambiando su vida y hace de todo para lograr el “éxito de la pareja”.

¡Qué putada! La vida es tan injusta. El gran reto de esto juego del amor es hacer con que los agentes piensen conjuntamente y, igual que muchos dicen, incluso hacer la vista gorda para muchos problemas se convierte en una tarea esencial.

No sólo QUERER, sino HACER son necesarios en esto juego. Más allá de la incertidumbre y de los riesgos, quizás un poco de emoción y ausencia de racionalidad sean grandes ingredientes extras de la salsa que endulza el juego.

Tras todo esto, sueño con tener la oportunidad de vivir este juego con más experiencia que la de mi último partido. Todavía queda mucho por aprender, pero en este juego sólo se aprende él que juega sin miedo de sufrir. De buenas a primeras me dio ganas de tener más práctica en este juego y, por lo tanto, preciso volver a jugar.

En cuanto al partido, no hay duda de que no es sencillo, pues está lleno de trampas. Voy a olvidar mis miedos y mis sufrimientos antiguos, además de hacer las cosas más al tun tun. A veces esto es necesario, liarse la manta a la cabeza y no tirarse la toalla tan pronto.

Ojalá que (ahora) mi media naranja se dé cuenta de que las cosas a menudo no son tan fáciles como deseamos.

Ahora rezo, pero sigo remando. Asimismo, no voy a echar margaritas a los cerdos, ni echar el agua al mar… Tampoco rizaré el rizo.


IThauan dos SantosI

Um comentário:

Slugy disse...

Gostei muito do de nao dar margaritas aos porcos... tes de ter sempre claro. Quando nao é o momento de estar com uma pessoa nao o é, por muito que queramos. Abraços e continua a escrever.